Nuestros años ochenta y noventa del siglo pasado.

Creo que nuestra infancia fue una de las mejores de todos los tiempos. 

El mundo infantil se revolucionó con los primeros “juegos tecnológicos” que continúan apareciendo en los años noventa.  Se queda atrás el clásico juguete infantil que nuestros padres y nuestros abuelos nos solían regalar. 

En aquella época los niños vivían mucho más en la calles que ahora.  Corrían con sus bicicletas, paseaban con sus abuelos en las placitas.  Nosotros nos escondíamos hasta en las grúas de la construcción y construíamos cabañas con palés. 




Yo jugaba al baloncesto en mi patio, y pintaba con tiza una portería de fútbol en la pared. Jugábamos en nuestro barrio en un descampado. Tirábamos objetos a la chimenea de una vecina de al lado de nuestra casa. 





En el verano de 1983 nos bañábamos en una barca en Los Arenales, y nos íbamos con nuestras neveras, con las mesas y sillas plegables.  Nos marchábamos a la playa a comer y esperábamos dos horas para hacer la digestión. 

Me acuerdo en especial de las monas de Pascua que celebrábamos en El Arenal de Petrer.



Creo que la infancia actual se vive dentro de las casas.  Con un exceso de adicción a las nuevas tecnologías. Se debería recuperar ese espíritu de vivir en la calle y compartir la vida con los vecinos. 








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